Trenes y Recreos

La Estación del Pereyra.
por Maximiliano Salomoni

Bajar del tren en la Estación Pereyra Iraola durante el fin de semana, es encontrarse con una postal en pausa; viviente pero desierta. Donde el ruido humano no concurre y la acústica de la naturaleza reina fértilmente. Sólo es interrumpida a espacios regulares por el barrido de los trenes que se acercan cautos y cansados de tanta ciudad. Uno puede imaginar, casi con certeza, que reposan unos momentos en este mágico verde y escuchan las canciones de las decenas de aves que por allí existen, antes de continuar hacia la humanidad.   

La pintoresca y rústica estación, aunque un tanto descuidada, luce igualmente las antiguas vestimentas de tiempos lejanos, en las que el tren prometía un futuro de progreso inminente.

En 1856 es fundada la estancia "San Juan" por los entonces propietarios de estas tierras, Los Pereyra Iraola. Y en 1872, el 31 de diciembre, es habilitado el servicio ferroviario Buenos Aires - Puerto de la Ensenada. La estación fue construida para el servicio de  pasajeros, encomiendas, carga y hacienda.


Fotografía: Maximiliano Salomoni

A un lado de las vías del tren que atraviesa el Parque Provincial Pereyra Iraola y separado de ellas por un gran parque arbolado, se yergue un edificio que impresiona por su imponente soledad. Su arquitectura, contrasta con el marco natural que lo rodea, y hace pensar en pequeños y antiguos monasterios europeos.

Hacia los costados del antiguo edificio, se puede ver un reducido grupo de modestas viviendas, tres  o cuatro, que existen entre la enmarañadas vegetación frondosa de cañas de bambú. Además, un modesto quiosco (mezcla de pulpería y quiosco de barrio humilde), que junto con la estación de tren, forman un collage extraño, para los ojos del visitante.

Es este un cuadro, fruto de un pasado y de un presente de clases sociales económicamente antagónicas.
Los reflejos y tintes de antigua arquitectura religiosa son confirmados. Al acercarnos a la entrada, se puede ver que no funciona aquí un monasterio, pero sí una escuela católica. En 1918, la familia Pereyra Iraola, dona un pequeño terreno de su estancia al costado de las vías, donde se funda el Colegio Santa Teresa de Ávila, hoy  a más de noventa años de aquella época, EGB Y Polimodal.

Ahora bien, la postal pausada de silenciosa natura se transforma todas las mañanas, de lunes a viernes, en un aglomerado de pequeños humanos uniformados que concurren a clases, llevados, la mayoría, por autos particulares, que estacionan apiñadamente al costado de la pequeña estación de trenes. Bruscamente ese lugar, es tan ciudad como cualquier urbe. El contraste resulta abrumador y desconcertante.  El kiosco-pulpería se puebla de voces de pequeños colegiados privados. La pequeña estación es un desfiladero de risas y gritos, de pasos y sombras de figuración humana. 

El tren, ya no tiene su recreo natural, sólo es una estación más en su larga vía, y, a juzgar por su edad...  En su larga vida.      


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